
El mismo cura la casó, pues la familia de Julia, quien confiaba plenamente en él, no se enteró de esos abusos. Ella contrajo matrimonio a los 14 años, pero no fue feliz, pues era golpeada y ofendida por su suegra.
Entonces, decidió venir a México, donde estableció una unión con un militar, el mayor de caballería Leopoldo Martínez Hernández, relación que duró 28 años, hasta que él falleció. Afirma Julia: “Él fue quien me devolvió mi dignidad como mujer”.
En una de esas manifestaciones, el domingo 7 de octubre de 2007, Klug fue atropellada por la camioneta blindada de Norberto Rivera, cuyos abogados amenazaron con demandarla por haber “dañado” el vehículo, con una peligrosa arma que era nada menos que una cartulina donde Julia protestaba por la injerencia del clero en política. Por el contrario, ella sí resultó lesionada y meses después tuvo que ser operada de la columna vertebral.
Los fanáticos al servicio de Rivera la han golpeado por lo menos en cuatro ocasiones, ante la actitud complaciente de los policías federales que custodian el interior del recinto.
Julia ha tenido que lidiar contra la hostilidad de muchos medios de comunicación afines al clero y contra los ataques de Desde la fe, órgano del Arzobispado de México.
La activista tiene el mérito de haber organizado protestas no sólo contra los abusos de prelados católicos, sino en defensa de la despenalización del aborto y de los derechos de los homosexuales, e incluso de oponerse públicamente al peligroso proyecto derechista de instaurar en México las llamadas “capellanías militares”.
Esa protesta tuvo lugar el 15 de marzo de 2009. Entrevistada por La Jornada, Klug mencionó que con las capellanías “se retrocedería ideológica y espiritualmente en el país” (La Jornada, 16 de marzo de 2009). La actitud de Julia contrasta con la indiferencia de muchos intelectuales y comunicadores, sumisos a las consignas oficialistas ante temas como el mencionado, de implantar en México el binomio clero-ejército, que ciertamente representaría un dramático retroceso, y una amenaza formidable contra las libertades.
Días antes de la muerte de su hijo Ricardo, según ha relatado Julia, un fanático se le acercó en el Zócalo advirtiéndole que la atacarían en donde “más le doliera”:
Tres días después, tuvo lugar el misterioso desplome del avión que tripulaba su hijo, el subteniente Ricardo Martínez Klug. En diciembre de 2010, es decir, dos meses después del hecho, las autoridades militares no habían aclarado las causas del siniestro, ni habían resuelto el pago de la correspondiente pensión.
Texto extraido de: Contra Linea